Es grande fuerte y hermoso, donde se encuentra el amor más puro, la generosidad sin límite.
Acogedor, cariñoso, trabajador constante en la superación de las pruebas de vida más difíciles. Un superviviente.
El amor de una madre sí, pero no todas son iguales. Ella trasciende, reluce, brilla porque es toda luz, la mía.
Un día, paseando por la Gran Vía de Bilbao , Angelines conoció al que sería su gran amor , el único. Este corazón se enamoró, de aquél muchacho apuesto y generoso. Se dio por completo durante 60 años, toda una vida.
Siempre fresca, siempre hermosa como en esta foto tomada en su Ondárroa natal, en un día luminoso y azul. Ese pequeño pueblo pesquero que tantos veranos me vio disfrutar y que nos trae a todos recuerdos inolvidables.
Cuando su compañero se fue, dicen que a mejor vida y yo quiero creer que es así, su corazón se encogió un poco, y empezó a latir con más trabajo, con menos ganas, aunque siempre sin dejarse llevar por la tristeza o nostalgia. Fuerte siempre ante los golpes que la vida se empeña en darle.
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| El año pasado, a la hora del aperitivo |
Quisiera ver siempre esa sonrisa, tan suya, tan mía. Convertirme en hada y cumplir alguno de sus deseos, seguro que todavía le queda alguno. Que su voz cantarina me acompañe y su risa y la mía nos haga saltar las lágrimas de puro descontrol, como tantas otras veces.
¡Quedamos en eso! ¿Vale amatxu?
