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Cuando llueve encuentro por un momento la calma. Durante unos instantes los ruidos cotidianos ensordecen, la quietud se expande en sus aposentos como si el tiempo se detuviera por un rato.
Cierto es que con la lluvia no apetece salir de casa, los largos paseos que tanto me gustan deben esperar a que mejore el tiempo, pero la melancolía de estos días, su romanticismo, (hay que buscarlo pero se encuentra), hacen que el quedarse sin salir se convierta en un auténtico placer.
En mis noches de insomnio la música que componen gotas juguetonas me envuelve en un abrazo, me acuna, me dice que estoy a salvo aquí dentro, en mi pequeño refugio.
En tiempos de desahucios siempre me acuerdo de las personas que no tienen tanta suerte como yo y no pueden guarecerse y disfrutar del sonido de la lluvia repiqueteando en los cristales.
En tiempos de desahucios siempre me acuerdo de las personas que no tienen tanta suerte como yo y no pueden guarecerse y disfrutar del sonido de la lluvia repiqueteando en los cristales.
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La belleza nos rodea, a pesar de que en muchas ocasiones no podemos verla porque tenemos cerrados los ojos del espíritu, la voluntad.
Quizás haga falta hacer acopio de todas nuestras reservas energéticas, pero hoy más que nunca hay que conseguir disfrutar de las pequeñas/grandes cosas, esas que siempre decimos que no hay dinero en el mundo para pagarlas y sin embargo las tenemos ahí delante.
